Jonathan Edwards fue un destacado teólogo y pastor congregacional, nacido el 5 octubre de 1703 en Windsor Farms, Connecticut (actual South Windsor) , y murió el 22 de marzo de 1758 en Princeton, New Jersey. Hijo de Timothy Edwards y de Esther Stoddard. Jonathan edwards, era el único varón de once hermanas, el hombre que provocó el avivamiento del siglo XVIII.
Su padre era pastor en el pueblo East Windsor, Connecticut. Estudió en la universidad de Yale donde sobresalió destacándose como estudiante con las mejores notas, teniendo solamente 16 años.
Así mismo, se casó con Sarah Pierrepont el 28 de julio de 1727, su matrimonio fue bendecido con 11 hijos.
Bajo la influencia de su padre podía leer latín a la corta edad de seis años, luego más tarde, aprendió también hebreo y griego.
La vida de Jonathan Edwards
En el año 1722 fue pastor en una iglesia de New York, cargo que dejó para ser tutor en Yale durante 2 años. Posteriormente, se unió al pastorado con su abuelo Solomon Stoddars en ciudad Northampton, Massachusetts, allí estuvo hasta el año 1750.
La mayor preocupación de Jonathan Edwards era ver la sequía espiritual y el decaimiento moral de las iglesias, a tal punto que se había perdido la verdadera esencia del cristianismo.
Esa misma preocupación lo llevó a buscar de Dios por un despertar de carácter urgente, y a la vez, olvidado.
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Edwards creía en la gran y vital necesidad de los creyentes en una búsqueda personal y genuina del Señor. No había otra manera de levantar lo que parecía un valle de huesos secos, sino a través del mover del Espíritu Santo. Estaba dispuesto a todo por ese despertar, o morir en el intento.
Su esposa Sarah era la ayuda idónea, una mujer ejemplar, colaboradora, y fielmente entregada a la obra del Señor. Además, su vida de oración era conocida, así como su dedicación al hogar.
En su pasión por la comunión con Dios, Edwards oraba 13 horas diarias. Por eso mismo, le era un deleite estar en su secreto con Dios.
El impactante mensaje
Luego de haber ayunado tres días, el 8 de julio de 1741, Jonathan Edwards predicó el más impactante de sus sermones que el mundo recuerda hoy, «Pecadores en las manos de un Dios airado«, un mensaje basado en Deuteronomio 32:35.
Tan extraordinario fue el mover de Dios en Enfield, Connecticut, que los oyentes se aferraban a los bancos porque sentían como que caían al fuego eterno. Era la obra del Espíritu Santo de Dios, restaurando corazones y dejando una comunión profunda con su Creador.
Jonathan Edwards era un hombre entregado a la profunda meditación de las Escrituras. Por esa razón, pasaba largas horas orando a solas, y buscando la presencia de Dios.
Las llamadas fronteras denominacionales ya no existían, todos querían saber más de la palabra de Dios. Igualmente, los trabajadores se reunían en el tiempo de descanso para orar y compartir de la gracia divina, algo que hoy se ha ido perdiendo.
Un hombre como Jonathan Edwards gustaba de hacer anotaciones importantes mientras caminaba por el bosque.
Bendiciones!
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